Caerás
de rodillas,
mis manos serán la alfombra
evitando el frío embaldosado.
La tarde se detiene a mirar
la rosa de sangre, que no pudo ser.
Se alejan las almas tristes,
a sufrir sus penas en abismos sin fin
mientras la luz de mi mirada
cambia los colores de tu contemplación.
Caerás
ocaso, en la aurora que te envuelve,
ella con su luminiscencia
te besará la boca
para bendigas haber nacido
Aclamando a la vida por su llama apasionada.
Caerás
caerás de rodilla rendido
y mis manos,
te extenderán sobre el tapiz de mi cuerpo
y la noche con sus estrellas
nos guiñaran desde las galaxias
sus luces de porcelana
yo subiré contigo
las escaleras que nos alejen del averno.
|