Te espero
mi querida y conocida muerte,
sé que para volver a encontrarnos,
debo primero agotar esta existencia,
somos antiguas compañeras de tantas vidas
simétricas a tantas muertes que no te temo.
Tú me conoces arropada en mi lecho,
sin pompas, sin lujos, ni esplendores,
cabellos blancos, arrugas, vejez,
enferma, doliente, desconsolada,
también he viajado contigo de niña,
de joven, de mendiga, de princesa,
con lujos y sin ellos, siempre tendí mi mano
sabiendo que tu no esperas,
no sabes de tiempo, de épocas, de espacio,
lees el libro de la vida y partes a tu cometido,
a veces te anuncias, con un beso suave,
¡es tan dulce tu profunda mirada,
y tan hermoso tu vestido blanco!
otras tantas me tomas por sorpresa,
es que la vida es tan plena, apasionante y excitante,
que a veces me olvido que debo regresar,
y no te espero.