"En la campana del puerto 
¡Tocan, hijos, la oración...! 
¡De rodillas!... y roguemos 
a la madre del Señor
por vuestro padre infelice, 
que ha tanto tiempo partió, 
y quizá esté luchando
de la mar con el furor. 
Tal vez, a una tabla asido, 
¡no lo permita el buen Dios! 
náufrago, triste y hambriento, 
y al sucumbir sin valor
los ojos al cielo alzando 
con lágrimas de aflicción, 
dirija el adiós postrero
a los hijos de su amor. 
¡Orad, orad, hijos míos, 
la Virgen siempre escuchó 
1a plegaria de los niños
y los ayes de dolor!"
En una humilde cabaña, 
con piadosa devoción, 
puesta de hinojos y triste 
a sus hijos así habló:
la mujer de un marinero
al oír la santa voz
de la campana del puerto 
que tocaba la oración. 
Rezaron los pobres niños
todo quedóse en silencio 
y después sólo se oyó, 
entre apagados sollozos, 
de las olas el rumor.

De repente en la bocana 
truena lejano el cañón:
";Entra buque!", allá en la playa
la gente ansiosa gritó.
Los niños se levantaron; 
mas la esposa, en su dolor, 
"no es vuestro padre les dijo: 
tantas veces me engañó
la esperanza, que hoy no puede 
alegrarse el corazón"

Pero después de una pausa 
ligero un hombre subió
por el angosto sendero, 
murmurando una canción.
Era un marino...¡Era el padre! 
La mujer palideció
al oírle, y de rodillas 
palpitando de emoción, 
dijo ¿Lo véis, hijos míos? 
La Virgen siempre escuchó 
la plegaria de los niños
y los ayes de dolor.



Ignacio Manuel Altamirano, nace cerca de Tixtla, en el estado de Guerrero, México, el 13 de noviembre de 1834, sus padres Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, eran indígenas puros; el primero recibió su apellido del español Juan 
Altamirano, padrino de uno de sus ascendientes. Altamirano cumple 
14 años sin hablar castellano, lengua de la cultura oficial, por lo 
tanto aún no sabe leer y escribir. Inicia precisamente por aquel 
entonces un proceso de alfabetización que sorprende por su rapidez 
y consigue, en 1849, una beca instituida por Ignacio Ramírez "El 
Nigromante" para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde 
éste mismo imparte sus enseñanzas, siendo además, intelectual y 
librepensador, futuro ministro con Porfirio Díaz, cuyo interés por 
la juventud indígena le convierte en mentor y amigo de Altamirano.

En 1867, restablecida ya la República, consagra por fin su vida 
a la enseñanza, la literatura y al servicio público, en el que 
desempeña muy distintas funciones como magistrado, presidente de la 
Suprema Corte de Justicia y oficial mayor en el Ministerio de Fomento. 
Funda junto a su maestro Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, el Correo 
de México, publicación que le sirve para exponer y defender su ideario 
romántico y liberal; dos años más tarde, en 1869, aparece gracias a 
sus desvelos la revista Renacimiento, que se convierte en el núcleo 
que agrupa y articula los más destacados literatos e intelectuales 
de la época con el común objetivo de renovar las letras nacionales. 
Ese deseo de renacimiento literario y el encendido nacionalismo, que tan bien se adapta a sus ardores románticos, desembocarán en la publicación de sus Rimas (187 1), en cuyas páginas las descripciones de paisaje patrio le sirven de instrumento en la búsqueda de una lírica genuinamente mexicana. En 1868, había publicado Clemencia, considerada por los estudiosos como la primera novela mexicana moderna y había tenido una destacada intervención en las Veladas Literarias que tanta importancia tuvieron en la historia de la literatura mexicana. 
Otras de sus obras de tipo narrativo son: La Navidad en las montañas (1870), Cuentos de invierno (1880). Su novela El Zarco "Episodios de la vida mexicana en los años 1861-1863" es editada póstumamente en el año de 1901.

El 13 de junio de 1889 fue nombrado Cónsul General de España, con 
residencia en Barcelona y posteriormente en Francia (18 de febrero de 1890). Visita Italia y Suiza. Enferma; se traslada a San Remo, Italia, donde muere el 13 de febrero de 1893.

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