En la noche,
frente a la esfera del reloj 
discurre el tiempo
y el silencio se recoge entre las cosas.
Huérfano estoy
de respuesta a los reproches, 
sólo un, por qué,
naufraga entre las culpas.

Sujeto a mi pesar, la anhelo absorto,
mientras,
desde el retrato azul ella perdona,
y con mirada escrutadora,
busca con afán alguna estrella
que la alumbre y le prometa,
algo de resignación a su tristeza

Tu piel desnuda inunda mi pasión con frenesí
de ardientes manos y carnosos besos,
que anhelan prolongarse allí, en el tiempo,
y luego se deshacen en clamor de suspiros.

Oye mi súplica:
Por favor, ¡ Calla tu voz ! Deja que penetre en tí
con el silencio cómplice, para que las palabras
no comprometan tu razón ni tu conciencia.

Fija en mi tu mirada ingenua de cervatilla en celo,
mientras el amor abre senderos insospechados
entre el fuego. 
Ya el palpitar intermitente de tu corazón
retumba en mi cerebro... 
Mis ojos son llamas de luz que anhelan un por qué,
frente a las húmedas 
oquedades de tu cuerpo.

Deja que el vino rojo se transforme en ríada
de incontenible pasional, lúdica y plena,
que inunde el rincón de los recuerdos
para desfallecer hoy y revivir mañana.

Danza, Salomé;
si al Bautista ansías
llóralo a él.


Boca de fresa,
piel canela y menta,
pasión que llena.

Armando Infante Del Castillo escritor Colombiano, nació en Bogotá, realizó estudios de derecho y humanismo, este último en la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, es amante de la música, fervoroso de Beethoven y Mozart. Y ha colaborado eventualmente en periódicos como El Espectador de Bogotá y La Estrella en Panamá.

Su género preferido son las novelas pero maneja con gran maestría distintos géneros literarios.

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Sinfonía Nº 21 - Andante - de Mozart