Conejo saltarín que te fuiste de la tierra,
como quisiera romper la burbuja de plata que te tiene atrapado,
que refleja tu cuerpo y tu alma alumbra a la tierra,
cada vez que la bola de fuego desaparece para dormir,
duerme tranquilo conejo saltarín,
que mi alma te mira cada vez que te apareces,
y mis ojos adoran la luz que proyectas,
a través de la burbuja de plata.





Te vas lejos de mi amor,
lejos de mi boca que te besa,
lejos de mi alma que te reza,
para que quieras a mi corazón,
te vas sin decir una palabra,
sin pensar en lo que siento por ti,
y sin embargo dices que te duele este fin,
por que algún día creíste que me amabas,
te vas con un adiós entre tus labios,
dejándome las ganas de abrazarte y no soltarte,
dejándome las ganas de besarte. . .
infinitamente para evitar el adiós,
te vas y tu silueta desaparece
con el crepúsculo que se aleja,
y que la luz de la luna refleja un adiós,
que profundamente me duele.



Y la sangre que corre dentro de ti es la mía,
y me quema el alma y destruye mi vida,
y mi mente gira entorno a ti, a tus actos
a tu existir,
y canto una plegaria a Dios con la esperanza a cuestas,
mi alma se desgasta, me dueles en el amor,
ese que te tengo, ese que terminaste de despreciar ayer,
y el tiempo que era sabio me deja en el abismo, y así
sin respirar se me escapa la vida.


María del Rocío Rodriguez, nació en México, aunque actualmente reside en Iowa, EE.UU. Tiene 25 años, es técnica biotecnóloga y escribe poesía desde los 12 años.

 

Envíale ésta página a alguien especial
pulsá en el sobre