En la Plaza de Tardecillas, hay un árbol tricolor que en las noches abandona su cantero y camina por las calles de las ciudades. Viaja y viaja hasta las primeras luces del día y regresa antes que la gente del pueblo despierte.
Si en alguna de esas noches de paseo, surge una persona caminando, él, se queda parado y nadie se da cuenta que es un árbol peregrino.
Este árbol ya sabe que en las madrugadas, la gente que transita no ve bien en la oscuridad de la noche, y si lo ven desplazándose, creen que fue su imaginación que les invento una picara ilusión óptica.
El árbol tricolor (marrón, verde, celeste) se divertía asustando a los perros y gatos de la ciudad de Tardecillas.
Un día "Wali" un hermoso gatito blanco, huyendo del gran perro "Pier" subió por el tronco marrón de este árbol y se escondió entre sus verdes ramas, aspirando el perfume de las flores celestes.
Cuando Pier lo vio, más que verlo lo descubrió por su fino olfato, empezó a rasguñar el tronco marrón, y con grandes saltos intentaba alcanzar al hermoso "Wali".
 


El árbol molesto por los rasguños y los ladridos, primero sacudió todas sus ramas, hasta la última hojita tembló, y se desplazo velozmente.
Wali el gatito, cayo desde la perfumada rama hasta el lomo de Pier que aullaba de miedo, Wali espantado empezó a correr y el gran perro a su lado. Corrieron y corrieron uno al lado del otro hasta que cansados se miraron y bebieron agua de un macetero para reponerse.
Cuando pudieron respirar mejor hicieron un trato.
Pier no volvería a molestarlo y Wali no volvería a escaparse de su casa, pero lo más importante que acordaron es que no le contarían a nadie que un árbol tricolor se paseaba por las calles de la ciudad.
Juntos regresaron al lugar de donde partieron descubrieron que eran vecinos, y cuando cada uno temblando se durmió, soñaron con árboles que sonreían y agitaban sus pestañas al compás del viento fresco de la noche.

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