... creo más bien que el éxito es, en
una proporción aritmética o geométrica,
según la fuerza del escritor, el resultado
de éxitos anteriores, a menudo invisibles a
simple vista. Hay una lenta agregación de éxitos
moleculares; pero generaciones espontáneas
y milagrosas jamás.
Los que dicen: "Yo tengo mala suerte", son
los que todavía no han tenido suficientes éxitos
y lo ignoran.
***
Libertad y fatalidad son dos contrarios; vistas de
cerca y de lejos son una sola voluntad.
Y es por eso que no hay mala suerte. Si hay mala suerte,
es que nos falta algo: ese algo hay que conocerlo
y estudiar el juego de las voluntades vecinas para
desplazar más fácilmente la circunferencia.
***
II
DE LOS SALARIOS
Por
hermosa que sea una casa es ante todo -y antes de
que su belleza quede demostrada- tantos metros de
frente por tantos de fondo. De igual modo la literatura,
que es la materia más inapreciable, es ante
todo una serie de columnas escritas; y el arquitecto
literario, cuyo sólo nombre no es una probabilidad
de beneficio, debe vender a cualquier precio.
Hay jóvenes que dicen: "Ya que esto vale
tan poco, ¿para qué tomarse tanto trabajo?"
Hubieran podido entregar trabajo del mejor; y en ese
caso sólo hubieran sido estafados por la necesidad
actual, por la ley de la naturaleza; pero se han estafado
a sí mismos. Mal pagados, hubieran podido honrarse
con ello; mal pagados, se han deshonrado.
Resumo todo lo que podría escribir sobre este
asunto en esta máxima suprema, que entrego
a la meditación de todos los filósofos,
de todos los historiadores y de todos los hombres
de negocios: "¡Sólo es con los buenos
sentimientos con los que se llega a la fortuna!"
Los que dicen: "¡Para qué devanarse
los sesos por tan poco!" son los mismos que más
tarde quieren vender sus libros a doscientos francos
el pliego, y rechazados, vuelven al día siguiente
a ofrecerlo con cien francos de pérdida.
El hombre razonable es el que dice: "Yo creo
que esto vale tanto, porque tengo genio; pero si hay
que hacer algunas concesiones, las haré, para
tener el honor de ser de los vuestros".
III
DE LAS SIMPATÍAS Y DE LAS ANTIPATÍAS
En
amor como en literatura, las simpatías son
involuntarias; no obstante, necesitan ser verificadas,
y la razón tiene ulteriormente su parte.
Las verdaderas simpatías son excelentes, pues
son dos en uno; las falsas son detestables, pues no
hacen más que uno, menos la indiferencia primitiva,
que vale más que el odio, consecuencia necesaria
del engaño y de la desilusión.
Por eso yo admiro y admito la camaradería,
siempre que esté fundada en relaciones esenciales
de razón y de temperamento. Entonces es una
de las santas manifestaciones de la naturaleza, una
de las numerosas aplicaciones de ese proverbio sagrado:
la unión hace la fuerza.
La misma ley de franqueza y de ingenuidad debe regir
las antipatías. Sin embargo, hay gentes que
se fabrican así odios como admiraciones, aturdidamente.
Y esto es algo muy imprudente; es hacerse de un enemigo,
sin beneficio ni provecho. Un golpe fallido no deja
por eso de herir al menos en el corazón al
rival a quien se le destinaba, sin contar que puede
herir a derecha e izquierda a alguno de los testigos
del combate.
Un día, durante una lección de esgrima,
vino a molestarme un acreedor; yo lo perseguí
por la escalera, a golpes de florete. Cuando volví,
el maestro de armas, un gigante pacífico que
me hubiera tirado al suelo de un soplido, me dijo:
"¡Cómo prodiga usted su antipatía!
¡Un poeta! ¡Un filósofo! ¡Ah,
que no se diga!" Yo había perdido el tiempo
de dos asaltos, estaba sofocado, avergonzado y despreciado
por un hombre más, el acreedor, a quien no
había podido hacer gran cosa.
En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno
más caro que el de los Borgia, pues está
hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro sueño
¡y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay
que guardarlo avaramente!
IV
DEL VAPULEO
El
vapuleo no debe practicarse más que contra
los secuaces del error. Si somos fuertes, nos perdemos
atacando a un hombre fuerte; aunque disintamos en
algunos puntos, él será siempre de los
nuestros en ciertas ocasiones.
Hay dos métodos de vapuleo: en línea
curva y en línea recta, que es el camino más
corto. (...) La línea curva divierte a la galería,
pero no la instruye.
La línea recta... consiste en decir: "El
señor X... es un hombre deshonesto y además
un imbécil; cosa que voy a probar" -¡y
a probarla!-; primero..., segundo..., tercero...etc.
Recomiendo este método a quienes tengan fe
en la razón y buenos puños.
Un vapuleo fallido es un accidente deplorable, es
una flecha que vuelve al punto de partida, o al menos,
que nos desgarra la mano al partir; una bala cuyo
rebote puede matarnos.
V
DE LOS MÉTODOS DE COMPOSICIÓN
Hoy
por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que
andar de prisa; de modo que hay que apresurarse lentamente;
pues es menester que todos los golpes lleguen y que
ni un solo toque sea inútil.
Para escribir rápido, hay que haber pensado
mucho; haber llevado consigo un tema en el paseo,
en el baño, en el restaurante, y casi en casa
de la querida. (...)
Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar
de modo liviano, disponer las masas en tono ligero
y transparentes. La tela debe estar cubierta -en espíritu-
en el momento en que el escritor toma la pluma para
escribir el título.
Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus
pruebas de manera fantástica y desordenada.
Una novela pasa entonces por una serie de génesis,
en los que se dispersa, no sólo la unidad de
la frase, sino también la de la obra. Sin duda
es este mal método el que da a menudo a su
estilo ese no se qué de difuso, de atropellado
y de embrollado, que es el único defecto de
ese gran historiador.
VI
DEL TRABAJO DIARIO Y DE LA INSPIRACION
(...)
Una alimentación muy sustanciosa, pero regular,
es la única cosa necesaria para los escritores
fecundos. Decididamente, la inspiración es
hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios
no se excluyen en absoluto, como todos los contrarios
que constituyen la naturaleza. La inspiración
obedece, como el hombre, como la digestión,
como el sueño. (...) Si se consiente en vivir
en una contemplación tenaz de la obra futura,
el trabajo diario servirá a la inspiración,
como una escritura legible sirve para aclarar el pensamiento,
y como el pensamiento calmo y poderoso sirve para
escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo
de la mala letra.
VII
DE LA POESIA
En
cuanto a los que se entregan o se han entregado con
éxito a la poesía, yo les aconsejo que
no la abandonen jamás. La poesía es
una de las artes que más reportan; pero es
una especie de colocación cuyos intereses sólo
se cobran tarde; en compensación, muy crecidos.
Desafío a los envidiosos a que me citen buenos
versos que hayan arruinado a un editor.
(...)
¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente,
puesto que todo hombre sano puede pasarse dos días
sin comer, pero nunca sin poesía?
El arte que satisface la necesidad más imperiosa
será siempre el más honrado.
VIII
DE LOS ACREEDORES
(...)
Que el desorden haya acompañado a veces al
genio, lo único que prueba es que el genio
es terriblemente fuerte; por desgracia, para muchos
jóvenes, ese título expresaba no un
accidente, sino una necesidad.
Yo dudo mucho de que Goethe haya tenido acreedores
(...). No tengáis acreedores jamás;
a lo sumo, haced como si los tuvierais, que es todo
lo que puedo permitiros.
IX
DE LAS QUERIDAS
Si
quiero acatar la ley de los contrastes, que gobierna
el orden moral y el orden físico, me veo obligado
a ubicar entre las mujeres peligrosas para los hombres
de letras, a la mujer honesta, a la literata y a la
actriz; la mujer honesta, porque pertenece necesariamente
a dos hombres y es un mediocre pábulo para
el alma despótica de un poeta; la literata,
porque es un hombre fallido; la actriz, porque está
barnizada de literatura y habla en "argot";
en fin, porque no es una mujer en toda la acepción
de la palabra, ya que el público le resulta
algo más preciosos que el amor.
(...)
Porque todos los verdaderos literatos sienten horror
por la literatura en determinados momentos, por eso,
yo no admito para ellos -almas libres y orgullosas,
espíritus fatigados que siempre necesitan reposar
al séptimo día-, más que dos
clases posibles de mujeres: las bobas o las mujerzuelas,
la olla casera o el amor. -Hermanos, ¿hay necesidad
de exponer las razones?
15
de abril de 1846
Selección realizada por Rubén López
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